La luz nace bajo tierra, Kodama. Allí la
semilla contiene todo el espacio que ahora ves. Y también a ti. Mira cómo el
fruto se adentra en la oscuridad de la raíz. No temas. Aquí nunca mueres. Mira
la llama ¿qué realidad puede pervivir antes que Kodama?
Kodama: sólo estoy hecho de arcilla. Y el
mundo es tan extraño, que debería atar el tiempo para no perderme, y dejarlo como trozos de pan en
el camino.
Para recordar, Kodama, y dejar que pase por tu
corazón. ¡Están tan unidas las cosas! En tus ojos sí, tu tejes estructuras, lo
mismo es el cristal de la sal que la espuma.
Lola cuando crea con sus manos recuerda, en un antes,
el conocimiento que olvidamos cuando creemos saber. ¿Cómo están hechas las
cosas? Pregunta. ¿Por qué existe en el mundo la espiral? ¿porqué se parece la
espiral de un caracol a la de una concha de mar? ¿Qué delicadas estructuras unen
la Tierra con la Luna? ¿Y a nosotros con la vida?
Manipulando Lola revela los objetos en su
auténtica condición, un misterio que muestra cómo lo pequeño ya contiene la
forma de lo que habrá de ser, y cómo lo que ha de ser se vuelve una forma de
nuestra percepción.
Kodama: ¿soy el espíritu del árbol o el eco
de lo que observas cómo árbol? ¿Cuánto te necesito para existir?
(Para ver Kodama, de Lola Nieto: aquí)
preciosa presentación para un vídeo que en la forma, en lo formal, es como el kodama que atraviesa sus planos: lo vemos pequeñito, acurrucado, enroscadito, buscando el calor de la tímida vela, columpiándose; se muestra y se escabulle; es pudoroso y juega... así avanza el vídeo, con un ritmo lento de juego pudoroso, revelándose poco a poco, mostrando a retazos el tiempo de una vida, posándose en seres y objetos simbólicos: árboles con huesos de melocotón, columpios, la pecera, la llama, la espiral reiterada... el Kodama es uno de los seres que pueblan los bosques sagrados de "La princesa Mononoke", de Miyazaki, y como tal es un fantasma bondadoso, que muestra el camino (las tuercas atadas a vendas de "Stalker" también aparecen aquí: apuntan a un afuera que es un dentro, quietud, silencio, raicilla móvil): un camino pequeñito, invisible, un camino adverbial y en trance de desaparición...
ResponderEliminarla enseñanza: ser ojo desplazado y atender a la vida periférica de las cosas...
los alambres son maravillosos, están contorsionados, manipulados, acariciados, y siempre acogen, invitan, atraen: hacen suya la hospitalidad sin condiciones, una intercordialidad, casa para todos, rinconcito para el calor animal y la pequeñez mamífera...
me encanta cómo antes de ver, adivinamos, presentimos: con planos cortos se nos ofrecen retazos de la totalidad, nos vamos acercando poco a poco hasta que vemos el conjunto...
el kodama duerme en el melocotón: él es el hueso de la fruta, su plenitud gozosa, la vulnerabilidad central de nuestra existencia, lo nómada, lo perpetuamente fugado, el agua viva, el temblor y la llama que cuidan el sueño, el balanceo, el sueño mismo
vídeo y kodama son arcilla moldeada por manos pequeñas("Nadie, ni siquiera la lluvia, tiene unas manos tan pequeñas", E. E. Cummings)
¿y la pulpa del melocotón? La vamos comiendo, como comemos la música de Bach: alimento para futuras intemperies
cuenco, nido, ritmo
Es Cual, o los Mediosems, somos nosotros cuando nadie mira, ese personaje que Rosa Osuna creó para su libro ¿infantil? "Historia de Uno", un muñeco apenas antropomorfo de plastilina, un muñeco apenas nacido, o esos pequeños monstruos pequeños nosotros de los hermanos Quay. Habitarse es habitar pequeños seres tragicómicos porque no somos este cuerpo grande compuesto de carne, huesos, sangre sino que somos -que no es ni ser sino estar, tratado- esos materiales fragmentados y torpemente unidos, manos que tiemblan y no saben son manos que nos crearon.
ResponderEliminarLo que a mí me sugirió Kodama la primera vez que lo vi, sin ninguna otra referencia ni discurso, fue el asombro, tramado en distintas posiciones. La trama del asombro, siendo el mismo asombro una posición.
ResponderEliminarY las grietas que recorren el cuerpo del muñeco, los pequeños surcos que en él se adivinan-qué fuerte e indefenso a la vez es un ser de quien podemos ver las grietas,la no-hogaza-compacta.
Las distintas casas de alambre que va encontrando-la atención a los materiales y a las formas.
Hay calor en el vídeo y hay, también, intemperie. Las distintas modulaciones de la mirada, los distintos ángulos desde los cuales nos acercamos al personaje, construyen su canto-un canto breve,casi el eco invertido de la música que sirve como banda sonora al corto. Profano y terrenal, como un niño que canta hacia adentro. Y sin embargo, Kodama es sin voz. Solo mira desde sus minúsculas ventanas, desde su boca admirada. Solo es colocado en distintos lugares, es reunido ante sí- se nos dice que es un cuerpo, que es feliz, y que duerme.
Me parece un trabajo hecho con gran delicadeza. Un trabajo de tacto y hebra.