Conozco el detrás porque han pasado ya muchas nubes viendo aparecer y desaparacer el mundo y así mi corazón también reposa, viendo aparecer y desaparecer palabras que refulgen como las alas rojas del treparriscos.
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Me ha
inquietado el detrás como si aún hubiese un misterio que desvelar. Pero no está
aquí. No entre los pinos negros, ni el blanco lomo del buitre planeando la
casa, ni el plato del perro vacío antes incluso de estar lleno.
En todas
partes dejamos de apreciar alguna señal de vida, aunque continúe estando allí.
Si pudiéramos ser la presencia muda que todo lo abarca, no habría un detrás
donde fruncir el ceño y agudizar la vista como si hubiéramos de penetrar en
algo lejano y espeso.
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Mi
detrás no está en la espalda, ella también es sensible. Cuando al atardecer, en
medio del bosque, agazapada, tratando de oír, todo es una circunferencia, que
respira y habla. Así el caer de una piña, precede al roedor, y el quiebro de la
rama a algo que anida, como yo, en las minucias de lo sensible.
El pico invisible del pájaro, de Anabel Cristóbal (texto completo
aquí)
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Paul
Klee dibujó a su gato. Con un pájaro entre las cejas.
Su
detrás está delante.
El gato
no tiene detrás: es un pájaro cuando está mirando al pájaro.
Es
entonces cuando el fantasma es inocente.
El
pájaro y el hocico del gato son rojos. El hocico es un corazón y es rojo porque
para el gato no hay saber sin sabor ni saber sin corazón. Quiero decir que el
conocimiento del mundo para el gato pasa por saborear: comer. Saber o conocer
al pájaro significa comérselo. Y en la digestión, el conocimiento, el alimento,
alimenta a los órganos, el corazón. Aprender de corazón. Decir de corazón.
Cuando el corazón es la mente y el hocico. Comer.
Preciosa presentación y precioso texto. En lo que respecta a la presentación, me ha recordado a esos dos pájaros posados en una misma rama del árbol: uno de los pájaros come el fruto del árbol mientras que el otro mira el fruto. Para Simone Weil, no era posible conciliar estas dos acciones, y sin embargo yo creo que Simone Weil, la misma Simone Weil lo realizó, pero lo realizó en su escritura no en sus ideas, no en ella misma, sino en su escritura, en sus cuadernos, en esos fragmentos de delicadeza y fuerza.
ResponderEliminarel texto y la presentación nos acercan a las "minucias de lo sensible", al "conocimiento alimento" en que podría transmutarse una escritura sin detrás, neutra, reducida, adelgazada como la mirada que ha ido renunciando a sus enseres en un exilio que es también una profilaxis contra las grandes palabras totalitarias que nos brindan sus cercos y su asfixia...
ResponderEliminarel texto de Anabel lo siento animalito, cercano a algunas epifanías de la ternura en Miyazaki, bordeando el bosque profundo, las altas cumbres donde uno puede, al fin, respirar tras haber abandonado la marabunta de palabras vanas, y sus significados petrificados, que bulle abajo en las ciudades. Es una escritura de la atención, de la animalización delicada, de la suspensión del juicio. El proyecto de fluir al margen de lo humano, la invitación a demorarnos en las nervaduras más sensibles que compartimos con un árbol, un pájaro o un animal. Es el ojo el que deposita en la naturaleza esas suaves materias, ojo de lenguaje que imanta, atrae, disuelve, reconstruye. Ojo crisol. Ojo materia y memoria, presente puro en la seda del lenguaje.
aquí Anabel se acerca a las revelaciones de antiguos pintores y poetas chinos: sólo el instante, el trazo único, la intuición a quema-vida, puede mostrar el vértigo en la multiplicidad, la caricia de lo real, el detrás de las cosas, la invitación a otra vida más allá del miedo que inculcan los pastores de rebaños humanos y sus secuaces vocingleros:
"Algo se manifiesta , como todo lo vivo, y no debo inquietarme. Si detrás de las nubes ya no hubiese montañas altas, eso sería una cuestión importante."
respondiendo a la pregunta formulada por la espléndida presentación, diría que la escritura sí permite el conocimiento alimento. Lo permite a cambio de renunciar a la inflación egoica y quemar la atención en un fuego vivo de asombro. No otra cosa es el poema, creo...
agradecido
el pico invisible del pájaro bebe, remueve el charco y como dice mi querido stalker el alimento anida allá fuera de uno, en un fuego vivo. Anabel, es un fruto huésped tu texto, volver es responder.
ResponderEliminarun abrazo
Los textos de Anabel, los dos que hasta ahora he podido leer, me gustaban por su deje, su regusto-tramoya y su música y ahora, tras esta presentación, he sabido por qué: por la búsqueda de la inocencia, aun sabiendo o sospechando que la escritura no es inocente.
ResponderEliminarMe parece que lo que muestra Anabel en su escritura es ese esfuerzo por aunar,re-unir, en el sabor de las palabras, en su simplicidad, ese detrás y delante que Lola sintetiza en la lectura del cuadro de Klee. Soy capaz de degustar las palabras del texto porque el texto se abre a la posibilidad gustativa del lenguaje. El texto se arroja hacia el lado sensible del lenguaje. Me cubre como el viento, la respiración, el sonido y la visión del vientre blanco del buitre. Y ahí me encuentra y me apacigua.
Anabel en este texto no abre una puerta, sino dice más bien que la puerta ya está abierta, que siempre ha estado abierta, y que solamente había que intentar atravesarla...