"En todo lenguaje hay palabras cuya referencialidad es extremadamente mutable. “Aquí”, “entonces”, “ahora”, “tú”, “yo”… señalan a realidades diferentes en cada acto concreto de comunicación. En cierto modo son las palabras más inmateriales, transparentes y fantasmales, más aún que ningún término abstracto. Este fenómeno se llama deixis.
El lingüista Karl Bühler distinguió un tipo particular: la deixis ad phantasma, que se produce <<cuando un narrador lleva al oyente al reino de lo ausente recordable o al reino de la fantasía constructiva y lo obsequia allí con los mismos demostrativos para que vea y oiga lo que hay allí que ver y oír (y tocar, se entiende, y quizá también oler y gustar)>>. Es la deixis del relato oral o escrito, de la narración de hechos pasados o futuros, también del poema.
Tirando del hilo de esta teoría, la escritura creativa implica siempre una deixis en fantasma. El tú al que me dirijo es fantasmal, mi aquí es fantasmal, el posesivo mi que lo marca, mi ayer y todos los elementos que lo pueblan –esas manos, aquella mirada, su desamparo– son fantasmales. "
El lingüista Karl Bühler distinguió un tipo particular: la deixis ad phantasma, que se produce <<cuando un narrador lleva al oyente al reino de lo ausente recordable o al reino de la fantasía constructiva y lo obsequia allí con los mismos demostrativos para que vea y oiga lo que hay allí que ver y oír (y tocar, se entiende, y quizá también oler y gustar)>>. Es la deixis del relato oral o escrito, de la narración de hechos pasados o futuros, también del poema.
Tirando del hilo de esta teoría, la escritura creativa implica siempre una deixis en fantasma. El tú al que me dirijo es fantasmal, mi aquí es fantasmal, el posesivo mi que lo marca, mi ayer y todos los elementos que lo pueblan –esas manos, aquella mirada, su desamparo– son fantasmales. "
(...)
"Inscripciones de una otredad, huellas a modo de sendero por una desaparición, que suplican una colaboración imposible entre quien escribe y quien lee, quien cuenta y quien escucha. O quizá la exijan, desafiantes. Cada uno defiende su yo, su tú, su entonces, en la zona fantasmal del texto.
A veces los fantasmas se solapan, hay un entendimiento, un apretón de manos entre uno y otro; a veces hay fricción, combate a muerte, herida. En Ararat, hay dos mujeres que se odian e interpretan de manera diferente el cuadro de Gorky. Una ve en él el destino trágico de sus compatriotas, la justificación de la muerte heroica de su marido; otra ve la desesperación de quien ha perdido todo, y es abocado al suicidio, al igual que su padre.“Cuida de tu fantasma, que yo cuidaré del mío”, dice ella en una de las escenas de la película."
A veces los fantasmas se solapan, hay un entendimiento, un apretón de manos entre uno y otro; a veces hay fricción, combate a muerte, herida. En Ararat, hay dos mujeres que se odian e interpretan de manera diferente el cuadro de Gorky. Una ve en él el destino trágico de sus compatriotas, la justificación de la muerte heroica de su marido; otra ve la desesperación de quien ha perdido todo, y es abocado al suicidio, al igual que su padre.“Cuida de tu fantasma, que yo cuidaré del mío”, dice ella en una de las escenas de la película."
Rubén Martín. En la zona fantasma: lo inacabado, Arshile Gorky y Paul Celan.
El texto de Rubén Martín es una persecución, un rastreo. Un viaje por
dos vías paralelas. Rubén encuentra, en primer lugar, las manos de la madre de Arshile Gorky, las
manos del pintor que no acaba de pintar el cuadro y acaricia en la tela las
manos de su madre. Encuentra también, y al mismo tiempo, las manos de
Paul Celan, la escritura del poema incardinada en sus manos, el
tacto-sutura de sus palabras y el tacto desaparecido de los padres asesinados.
En Gorky y en Celan, identifica dos gestos: el de
no-terminar y el de volver sobre la propia obra.
/No terminar: Es preciso que quede lugar. Lugar para lo vago, para lo lleno. En la ausencia de conclusión se permite, pues, la vida del fantasma. Liberar así el espacio es dejar ser. El enunciado "es preciso" implica también, sin embargo, un imperativo histórico: el de las vidas que terminaron drásticamente y la posterior vida de la memoria, el montaje. ¿Cómo se recuerda? ¿Cómo se habla y ubica el
recuerdo? ¿Cómo se pinta un umbral que alguna vez fue vivo?
Volver: Del mismo modo que no hay cierre, hay retorno. El
poema o el cuadro que pesan, lo hacen
porque remiten, señalan hacia los propios fantasmas. Fantasmas que fueron tacto
y palabra y ahora son llaga y antesala./
Lo inacabado remite. Es llamada. Es el propio gesto de escribir o pintar lo que nunca concluye y eso significa, en primer lugar, la lucha de la memoria contra lo fáctico. Lejos de la acotación y el límite, la aparición de la zona fantasma (las manos desdibujadas de la madre de Gorky, el "tú" siempre impreciso de los poemas de Celan) sugiere una trampilla, un lugar de paso, tal vez, hacia el tacto imposible.
el texto de Rubén me resulta especialmente conmovedor porque apunta al fantasma del duelo, a la ausencia, a la madre: el propio texto es el ejercicio de convocar lo que ya no está y ha sido, manos entrelazadas, calor y origen, ternura que no puede pronunciarse salvo indirectamente, como el canastero que con parsimonia y tiempo va urdiendo el vacío con mimbres propicios. Los mimbres apuntan a lo que ha-sido-siendo-y-es-aún, invocan el fantasma y su ternura; lo "útil" es la designación del vacío y su fecundidad -un de-signar en el que el autor del texto se borra, escamotea su firma y su presencia, renuncia a la confesión visceral o al exorcismo: gesto pudoroso de un espíritu delicado. Rubén ha decidido alejarse, no estar él (o estarlo apenas, en quicio o umbral), para acercarse a la memoria de los otros, la de los desaparecidos, fantasmas hambrientos que rondan las fosas atestadas de los genocidios históricos. Esa cesión del yo en favor de la enunciación universal es un movimiento ecuménico, que busca la tierra habitada, el intersticio entre el yo desvanecido (fantasma extinto) y la colectividad que sufre (fantasma re-aparecido en el poema, en la película, en el cuadro; en el hambre, al fin, inextinguible). Movimiento compasivo hilado con atención y lentitud a partir de tres o cuatro líneas telúricas cuya inflexión es quizá, como señala Laia, el tacto imposible, las manos inacabadas de la madre (todo lo que en ella es nido y don, don aun en la carencia...)
ResponderEliminarpara mí el texto tiene una engañosa apariencia de sencillez: al releerlo su vida nos pide la espiral, avanzar en espiral y merma, nos acoge en una morada múltiple, transitoria, para luego invitarnos a salir por una de sus muchas entradas-géiser (y volver a entrar en otro punto de la espiral)
definitivamente, en la fragilidad el verbo puede: los signos visibles anuncian la hospitalidad incondiconal de una palabra -la de Rubén- que ha dejado de ser yo y es ya nos-otros: la común intemperie, el fuego compartido de lo vivo
con agradecimiento y amistad
El texto de Rubén posee la delicadeza de que se reconoce a sí mismo inconcluso y separado. Y aunque a veces me parecía demasiado inserto en el género del artículo -pero esto no es más que una cuestión de preferencia personal, preferencia por cierta suciedad-, es muy cierto que dentro de su marco de género había una sensibilidad que creo, por lo que he comentado con otros kokoros, todos los que hemos leído el texto la hemos reconocido y nos hemos sentido cercanos.
ResponderEliminarRubén me comentaba en un correo -al que siento no haber contestado todavía- que le resultaba llamativo que ambos hubiéramos coincidido en orientar nuestro artículo hacia el tema de la deixis. Lo cierto es que yo dudé en escribir sobre esto, ya que pensé que íbamos a ser muchas más personas las que tuviéramos la misma idea, y lo que me sorprendió precisamente que hubiera menos coincidencias. Pienso que el lenguaje es siempre deíctico, no sólo por lo inconcluso, sino también por lo ya comenzado. Somos apenas soportes transitorios de las palabras, y nuestro nombre, nuestro nombre propio, nuestra historia, es siempre un pronombre.
El dolor no es representación, ni ofrenda, por muy encumbrada que esté entre los mercaderes de arte. Se puede convertir en mejor caparazón que lanza sí. Siendo aún mutable y escurriéndose entre los propios dedos ante el desplazamiento de las palabras, y leyendo este vivo lazo sereno Gorky/Celan/Rubén es la rebeldía la que escucho afilar sobre las piedras, piedras que el miedo “empujaba” antes para cargar en el éxodo de vivir, sentir como tribu. A veces “escogemos un compañero: no para nosotros, sino para algo dentro de nosotros, lejos de nosotros, que nos pide ausentarnos de nosotros mismos para cruzar la línea que nunca podemos alcanzar”. M.Blanchot). El vacío de las manos como escape al banal efecto retórico de la “historia” tal vez. El vacío de las manos como desazón a los no-lugares. Esa deixis fantasmal parece desfilar ante la “ventana quemada de soles antiguos” Milosz, creada, por la tendencia exteriorizante de la palabra, o de la belleza ensoñadora en la intimidad de la concha. Ese dolor converge, para dar voz a los locos, a los exterminados, que nos hablan si no del hombre, de la economía, de la política, del orden y la revolución. El cuadro de la madre es un poco como esa ventana quemada de soles antiguos y condescendiente, nos obliga a callar después de la desesperación y del holocausto con el silencio de quien, abre su corazón/mano, antes de que su latido, entre en el pasado.
ResponderEliminarNo dejo de asombrarme ante los textos traídos a esta orilla. Es como si una salud extraña extrajera de la profundidad, movediza, una verdad, y se dirigiera a uno con “el tacto imposible” y en cambio, experiencia. No sé si después de Auschwitz se puede escribir lírica pero sí veo todavía holocaustos que nada saben de poesía aún esté iluminada por un Menoráh. La barbarie humana y los simbolismos religiosos han dormido al repliegue, la mente, y hablar de ética (supongo seré el único iluso) es sencillamente estridente cuando se trata de política y fascinación. Dejarse llevar por el aliento del torturador, por su semilla…
La desaparición tal vez como salida…
Nunca lo había pensado así, pero la deixis, el lenguaje entendido como un sistema deíctico, pronominal, inacabado, inconcluso, difiriéndose, en definitiva, fantasmal, también es lo que hace del lenguaje un espacio de la compasión. Que “yo” sirva para decirme a “mí” pero también a “ti”, “ella”…, que “tú” denomine a alguien que yo amo y también a quien tú amas, que “mi madre” sirva para todos nosotros, eso me recuerda a esto: “la con-pasión es el contagio, el contacto de ser los unos con los otros en este tumulto. Ni altruismo, ni identificación: la sacudida de la brutal contigüidad” (Nancy).
ResponderEliminarEntiendo el texto de Rubén no como un análisis de la obra de Gorky y de Celan sino como la historia de una contigüidad, que va más allá, que contagia a la propia voz de quien escribe, que nos contagia. Gracias
Con cuánta delicadeza Rubén se acerca al mundo espectral de las madres,al propio oficio materno de la palabra que da cabida al regazo, a la concavidad, al asomo que intenta llenar el vacío con el fantasma. La Madre siempre en el intersticio, entre la presencia, la desaparición y el cíclico retorno. La Palabra , primer sustituto materno. Intento de atajar la presencia con las repeticiones, la insistencia, los primeros balbuceos, el guareo...hasta tocar la única certeza : lo inconcluso, la imposibilidad de finalizar el discurso, de hallar una barrera límite entre los pronombres, ese tumulto que menciona Lola. Si uno lee a Celan, en el poema citado, su madre, la mía, la nuestra,toda madre muere herida por una flor, y a su vez, toda madre retorna cuando hay rosas en la casa. Las manos de la madre siempre están por hacer,conjuro ante la muerte, hacerse fantasma. Borges decía que el Dante escribió la Divina Comedia sólo para nombrar a Beatrice, para revivirla,haciéndola fantasma intenta la sutura imposible.
ResponderEliminarMe resulta iluminador este carácter materno de la palabra, frente al carácter comunmente patriarcal que se le asigna. En el texto de Rubén y en los universos que toca, la palabra se hace criatura oblicua, abandona el filo de lo cierto y de la precisión,permite el vacío..
Dice Laia: " Lo inacabado remite. Es llamada. Es el propio gesto de escribir o pintar lo que nunca concluye y eso significa, en primer lugar, la lucha de la memoria contra lo fáctico. Lejos de la acotación y el límite, la aparición de la zona fantasma (las manos desdibujadas de la madre de Gorky, el "tú" siempre impreciso de los poemas de Celan) sugiere una trampilla, un lugar de paso, tal vez, hacia el tacto imposible."
ResponderEliminarY ana: "La Madre siempre en el intersticio, entre la presencia, la desaparición y el cíclico retorno. La Palabra , primer sustituto materno. Intento de atajar la presencia con las repeticiones, la insistencia, los primeros balbuceos, el guareo...hasta tocar la única certeza : lo inconcluso, la imposibilidad de finalizar el discurso, de hallar una barrera límite entre los pronombres, ese tumulto que menciona Lola. Si uno lee a Celan, en el poema citado, su madre, la mía, la nuestra,toda madre muere herida por una flor, y a su vez, toda madre retorna cuando hay rosas en la casa. Las manos de la madre siempre están por hacer,conjuro ante la muerte, hacerse fantasma. Borges decía que el Dante escribió la Divina Comedia sólo para nombrar a Beatrice, para revivirla,haciéndola fantasma intenta la sutura imposible."
Los pies de Gorky se mueven de un retrato a otro mientras que su madre permanece estática. La voz de Celan palpita mientras que su madre está quieta en el texto. Nos movemos porque estamos vivos y nos delatamos en esa ternura desapercibida. Te mueves aquí, Rubén.
http://www.youtube.com/watch?v=_iskfKi5Tog&feature=share&list=PLAE183C698AEAEAF1
Me parece cierto lo que dice Ana: la deixis como estructura o cáscara de convivencia lingüística con el fantasma, y me parece igualmente una dirección a explorar no menos interesante lo que apunta Lola: la deixis como compasión.
ResponderEliminarEl texto de Rubén nos ha llevado aquí (donde "aquí" quiere decir "muy lejos") en su tránsito por el gesto de señalar-no concluir, y eso es hermoso porque siento que el texto respira, a veces flojito y otras muy fuerte, que el texto me hace aprender y aprehender (apretar las manos, muchas manos también) aun en ese "tacto imposible" o "sutura imposible" como dice ana. Creo también que el texto de Rubén lleva implícita la pregunta que quizás nos hacemos muchas personas que escribimos, a la vez, textos. La pregunta por el para qué /el acercamiento, la compasión, el "dar voz" que menciona ccRider. Y la conciencia de que en lo inconcluso no hay una pérdida, sino una donación.
Convocar y dolor de la ausencia, que nombra Stalker en su comentario, o cuerpo medusa detenido de la madre (cuerpo detenido contra habla insaciable)y pies vivos que se mueven en el retrato, que menciona Portinari, los leo como paridades no antagónicas. El fantasma podría ser un lugar donde no hay contradicción.
Un abrazo.
L.