Masas de color como animales lentos. Suaves
gradaciones de luminosidad levemente herrumbrada. Texturas evanescentes.
Vegetal alter-vida.
El fantasma nace en los espacios de transición,
encrucijadas, umbrales, la parte más delgada de las nieblas cromáticas. El
lugar donde el color se difumina y empieza a ser otro, sin llegar a serlo, la
morosa transmutación de un ritmo o un aura, marcan el íntimo designio de la
lógica espectral. El fantasma nace en los intersticios, en el "entre"
que brota, mengua, crece, se remansa. Con su ternura intacta. Con su avidez
impredecible.
La lógica del espectro nos dice que nosotros
también somos seres sin contornos, brumas difusas en la vaga materia
sentimental que nos conforma. Transeúntes que avanzan, un poco ebrios, un poco
locos, ignorantes siempre, de una gradación de colores a otra, esperando
encarnarnos.
Todo ello es sin fruto. Dar, darse, es sin fruto.
Por desgracia. Haría falta otro mundo, otra vida, para que eso fuera posible.
Zóbel, pintor filipino-español, mantiene viva la
potencia del vacío. Lección de los pintores chinos: extraer del vacío su
potencia genesíaca, la eficacia del movimiento interior, su impulso ártico. Sin
dejarse tentar por la nihilización con que la mirada occidental traduce la
ausencia, derramando en ella sus propios miedos.
Lo conmovedor en ese gesto: alumbramiento,
pequeñez.
Silencio estallando en corazón cadalso.
la
vida,
aún
leve de sí,
huella
sonora
(Antonio Francisco Rodríguez Esteban: artículo completo aquí)
El
texto que he elegido a modo de invitación comienza invocando a Emily Dickinson,
fantasma tutelar de Kokoro, guardiana semisonriente de sus puertas y pasajera
oscura de los insomnios de un servidor, que se propuso como tantos la aventura
imposible de traducirla. Pero Antonio, como buen stalker, es obstinado y generoso. No se detiene allí. Como una especie
de Alice implacable, se infiltra por los intersticios que tanto gustaban a
Emily y se deja caer por sus grafemas de silencio para llegar a otros lugares.
Se encuentra a Platón sentado sobre un muro y le da una bofetada con un guante
de esparto. Se mete por las faldas de su túnica y llega a los pantanos del
Rig-Veda; de allí salta a la inarmonía de Xenakis, las paradojas vertiginosas
de la física cuántica, el temblor en la garganta de Chantal Maillard. No nos lo
dice, pero nos hace comprobar que se parecen. O se saca de la manga un
increíble relato de amor espectral imaginado por Derrida, se arrastra por la
lentitud del cine contemporáneo más crepitante y, con la piel quemada de oraciones,
aún le sobran fuerzas para explorar el budismo, volver al hinduismo, evocar viejos
fantasmas nipones, acompañar a un felino por su peculiar estar-en-el-mundo o invitarnos
a este recorrido por el “impulso ártico” de Zóbel. Todo ello salpicado de poesía,
a modo de incisiones de belleza en un lienzo sutilmente cambiante. Su texto no
tiene fin, como tampoco la errancia de quien ata una tela a una tuerca y la
arroja, bien lejos, para comprobar si allí, en ese allí, las reglas del
universo siguen intactas. Y lo seguimos: con el infantil, irrepetible y delicado
temor -o simplemente la esperanza- de que no sea así.
(Rubén Martín)
Inflamado de lirismo el canto profético sobre una caja de cartón.
ResponderEliminarAsumir el fracaso que nos constituye interiormente:
"Todo ello es sin fruto. Dar, darse, es sin fruto. Por desgracia. Haría falta otro mundo, otra vida, para que eso fuera posible."
¿Qué duda cabe? Hay quien dice que somos niños perdidos, vencidos de nacimiento, un desierto errante, entre el ser y la nada. Vivir, querer vivir, esto es, la vida más allá del ser. Porque la vida se encuentra más allá del ser. ¿Quién quiere el fruto? ¿Quién la Tierra Prometida? ¿Qué flores del Ártico? Contra el poder, más allá del poder. Advenimiento de un futuro que vuelve: la vida como desafío. Resistirse a las expropiaciones cotidianas, recobrar la vida, en todo momento, contra el aplanamiento, cuidarnos con hechizos, contra los hechizos, contra la información, contra lo que llaman cultura, contra las leyes de la ciencia, entre la caricia y el zarpazo: hacer relámpago. Ocultarse. Comentar en fuga permanente.
Fue una larga travesía por el desierto -dicen.
Pan y Regaliz - Magic Colors (1971)
[http://youtu.be/MOmNVEw-oR4]
Espectralizar tal vez sea dividir el nacimiento de la mirada, como ilusión del acto -aquello visible e/o incorporativo- o como regreso. Però siento, en la pausa, la sutil demanda, ser tiempo, ser-siendo. En cambio el pasto de conocerse a un mismo derivaría en mero registro, habito, adiestramiento que entraña la pulsión del espectro sin otra cadencia que, el afán que decide fin, descomponiendo cuerpo y huella para ocultar el presente en un futuro, cataclismo-catapulta.
ResponderEliminarEs una auténtica aventura adentrarse al filo de la mirada de Stalker-Dickinson pues como filo, uno teme y anhela cortarse para gozar la sangre, ciertamente de la fotografía que habéis elegido de ella, temo, como si forjara nuevos espacios en mi interior. Como si el guión fuera (más allá de esa apropiación que hacemos de libros y palabras, con notas, subrayados…) iniciación a un musicar, dotar con el temblor el objeto, y hacerlo sonar-sanar. ¿Quién nunca en su infancia, cerró fuerte los ojos antes de dormir, intentando (y cómo?) atraer con el propio miedo al fantasma? Y digo también que es una aventura, por haber sido traspasado, enhebrado por el mosaico-ecuacional.
Es tiempo de fantasmas, es tiempo de lectores-noche-cavidad-errar como semillas fermentando un silente silencio. –Ahí, no la realidad
el mecanismo, el instinto, lo animal
lo extraño torneando lo familiar
la escarcha en la pupila de lo no leído
el intervalo, entre uno e infinito.
//saludos y abrazos
Rubén, hace unos días le comentaba a Antonio que su artículo me había parecido quizá demasiado lleno de apuntes y saltos, y que yo personalmente hubiera preferido centrarme en algún tema y dedicarme a tocarlo, a abrirlo, a darle la vuelta, abriendo las posibilidades pero concentrada en ese objeto. Pero una tiende demasiado a menudo a ser una misma –mi respiración- y no percibí hasta ahora, hasta esta presentación, que ésta era la respiración de Antonio, que él respiraba de esa manera, como su artículo mostraba, y esa manera era la generosidad, la bolsa llena de cosas para mostrarnos, para tendernos, pero también para que seamos nosotros mismos los que decidamos qué objeto tomar, y si alguien ha de abrirlo, tocarlo y darle la vuelta hemos de ser nosotros mismos, Stalker se retirará sonriendo mientras nos observa enredados. Éste es el Stalker, el mediador, dispuesto a dar pero también dispuesto a retirarse, porque también hay una generosidad de la retirada, y hemos de ser nosotros los que atravesemos la puerta que él nos señalaba, cual búfalo de agua. Conocí a Antonio hace más de cuatro años –años fundamentales–y desde entonces son innumerables los regalos que me ha hecho –desde Jorie Graham a Bela Tarr, Yuri Norstein, Bárbara, Aristakisian, Santoka, Michaux… son tantos los encuentros que dispuso para que yo fuera hacia allá-. Si tuviera que decir el nombre de las dos o tres personas que más me han aportado intelectualmente –e intelectualmente no es sólo intelectualmente, es mi emoción y mi lenguaje- Antonio estaría entre esas dos o tres personas. Y sé que no soy la única, para muchos Marienband fue –fue y es, porque no hemos dejado de estar allí- un lugar fundamental. Así que gracias Rubén por recordarme lo que era Marienbad, y gracias a Stalker por ser Stalker, por ser como es.
ResponderEliminarAna, la generosa eres tú al decir que mi textillo te ha hecho mirar de otra forma el de Antonio. Cierto que la generosidad es una de sus características, de él y de su escrito; y ese reflejo especular es uno de los motivos por los que me ha llegado tanto este último. Como dices, nos deja libertad para indagar nosotros mismos en los múltiples puntos de fuga que propone. Y sí, Marienbad era un raro refugio cuyos ecos no se han perdido como demuestra esta misma revista, por eso mismo estoy encantado de participar y volver a compartir, explorar, descentrarme con vosotros. Un abrazo!
EliminarSi hay algo que destacaría por encima de todas las cualidades del texto de Antonio, de sus textos, es una inusitada capacidad de ATENDER. La atención, la detención, esa mirada particular y generosa que pide el texto como una misiva implícita pero a que la vez el texto mismo es. El texto es atención. Un atención inflamada a veces, serena otras…
ResponderEliminarEl texto tiene poros, agujeritos, es sinuoso, nos acerca y en algunos puntos quizás nos aleja. A mí me acerca en el asombro, en Emily, me acerca en los silencios-poemas que hacen lenguaje, en la vacuidad, en la maravillosa historia de la gatira (en el calor que le imagino). Es cierto que como dice Ana el texto es muy extenso y en una primera lectura nos puede dar la sensación de que trata de abordar, dar cuenta de tantas cosas, que no es una casa sino una sucesión de casas. Pero yo voy a leer así el texto de Antonio: a través de sus poros, de sus agujeritos. Esos agujeritos que arman lenguaje y preguntan, desde el otro lado: me asomo a la trampilla y salgo fuera del texto. Ahí se lee un poema escrito del revés.
Yo leo este poema en el texto de Antonio:
fascinación
tantas veces hemos buscado el fantasma fuera
sin mirar examinar tocar
vida espirada
vida exhala mundo
-dos
y en el cuerpo lo múltiple
abandona
¿si el vacío es ternura he de pronunciar palabras?
si es espejo o pared
espejo y pared a un tiempo
pared en espejo y no-saber
si la gatira me encuentra
haré un fuego
una cesura
para devolverle
paz afirmación ingrávida
tal vez
Fragmento fantasma de una carta a Antonio, a propósito de su Fantasma mosaico:
ResponderEliminarQuerido Antonio
he leido con tanta sed y deleite tus textos mosaicos, extraordinarios, pocas palabras me quedan en la boca y en el cerebro y todas se avienen al corazón. Creo que tendré que leerlo una y otra vez, como si no tuviera principio ni fin... al final , tuve que llorar con la gatita que pasa lista a los seres del jardín, es tan conmovedora, se presenta con una inocencia espectralmente carnal. Después del budismo, Derrida, los neutrinos,los presocráticos, el volcán filipino, el vacío y el no vacío, aún estoy absorta ante el fantasma de Xenakis. Ahora siento a la gata, aquiizada con sus mullidas patitas
Los textos tan diversos y tan bien hilados, tus palabras cayendo de a gotas, Emily y sus guiones, la sensación pequeña que va expandiéndose en el pecho, las minúsculas infinitesimales galaxias que danzan y atraviesan las pupilas y los poros y nos hacen entonar diminutas espumas melódicas
Me he fumado este texto, estoy volando
Qué belleza, Antonio, tengo que amarte, desde mi ser brumoso y sin contornos
Un abrazo de la vida aún leve de si huella sonora...
Después de leer a nuestro Stalker siempre tengo la sensación de haberme disminuido, de ser más ligera y transparente. Más allá- o más acá- de los conceptos,abstracciones, referencias bibliográficas y cualquier otra clase de espectros, permanece la sustancialidad de un ser como Antonio, cuya inmensa inteligencia está absolutamente al servicio de su no menos inmensa ternura, de su delicadeza, de su permanente cuidado por lo real, lo carnal, lo pequeño, lo necesario, el intersticio poético. Así como en la luz y en la música de Xenakis, en los textos de Antonio viaja un fantasma diminuto que me atraviesa: su canción silenciosa.
Las gracias para ti , Rubén, que traes este regalo y lo presentas con tanta belleza
Entiendo este texto como una sucesión de fantasmas. Hace lo que dice. Habla del fantasma y se convierte en uno, en muchos. El fantasma reaparece siempre distinto. Se repite con diferencias. Y así estos textos, estos fragmentos, estas apariciones de escrituras que se convocan y remiten entre ellas: como las apariciones de un fantasma. Los fantasmas-escritura de este mosaico se construyen a partir de una lógica hermenéutica concreta: la metáfora. La escritura busca entender el mundo bajo un punto de semejanza entre ámbitos, pensamientos, emociones, cines, literaturas y ciencias distintas. Buscar lo que de común tienen dos cosas (o muchas cosas) es la estrategia epistemológica de la comparación y la metáfora. Aquí, en este texto de textos, lo compartido es la existencia fantasmal. Pero la metáfora nunca está en los objetos en sí comparados, sino en la mirada que los observa. Por eso, la mirada de quien escribe es un ojo-a-fantasmado, un ojo metaforizado también en la propia metáfora que teje para comprender el mundo. Teniendo en cuenta que en el primer número de Kokoro, Antonio adoptó unos ojos-lentitud, demuestra ser un experto en metáforas. Y ser experto en metáforas es una especialidad bastante útil desde mi punto de vista. Porque precisamente consiste en esto, en entender el mundo no bajo los parámetros de la verdad y la certeza sino bajo la utilidad y la verosimilitud. No es verdad que el tiempo de Plank sea un tiempo fantasma, ni que el budismo sea un sistema fantasmagórico de entender el devenir… No es cierto pero es verosímil. Y útil. Útil porque cuando deje de serlo se readaptará, cambiará. El enfoque del pensamiento-metáfora no es unívoco e imperecedero; se modifica de acuerdo a la necesidad del momento. Es un pensamiento vivo, relacionado íntimamente con la vida, la forma viva, el ser vivo que lo crea. “Vivir pensar”, decía nuestro querido pájaro carpintero Òscar. Pues eso. Para mí, el texto de Antonio es la praxis de un “vivir pensar” transitorio, cambiante, metamórfico, como todo vivir es, y como todo pensar debería ser. La metáfora y no el concepto, hace del pensamiento una herramienta útil a la vez que un juego. Útil porque se adapta a la necesidad. Y un juego porque descreer de la verdad y entender el mundo bajo parámetros lógicos (por tanto, no ciertos sino verosímiles) concede al pensamiento un componente lúdico. No hay verdad, sino lógicas, discursos, fantasmas. Antonio escribe un texto útil y confecciona un juego.
ResponderEliminarY me quedo con este pequeño texto:
“Antiguas escuelas budistas definieron el instante como 1/64 fracción del tiempo que tarda un ser humano en pestañear cuando el sol y la alegría bañan su rostro: el tiempo, espectro esquivo al que sólo se puede acceder poéticamente.”
Y termino con la promesa de que algún día tomaré la cámara para filmar 64 ojos de animales parpadeando. Serán 64 oportunidades para ver el instante. O su fantasma.
Aun a riesgo de excederme y ganarme antipatías, traigo una cita contra ese valor de utilidad al que te refieres en el comentario. La crítica se queda corta ante la reformulación de la utilidad como modulación permanente (adaptabilidad, flexibilidad, funcionalidad y otras consignas interiores a las transparencias del control) pero señala puntos clave:
EliminarEl desconocimiento de la acción, de todo lo que es activo, irrumpe en las ciencias del hombre: por ejemplo, se juzga una acción por su utilidad. No nos apresuremos a decir que el utilitarismo sea una doctrina actualmente superada. En primer lugar, si así es, se lo debemos en parte a Nietzsche. Luego ocurre que una doctrina sólo se deja superar a condición de extender sus principios, de convertirlos en postulados más ocultos en las doctrinas que la superan. Nietzsche pregunta: ¿a qué remite el concepto de utilidad? Es decir, ¿a quién una acción es útil o perjudicial? ¿Quién, desde entonces, considera la acción desde el punto de vista de su utilidad o de su nocividad, desde el punto de vista de sus motivos y de sus consecuencias? El que actúa no; éste no «considera» la acción. Sino el tercero, paciente o espectador. Él es quien considera la acción que no emprende, precisamente porque no la emprende, como algo que se debe valorar desde el punto de vista de la ventaja que obtiene o que puede obtener: considera que posee un derecho natural sobre la acción, él, que no actúa, que merece recoger una ventaja o algún beneficio. Presentemos la fuente de «la utilidad»: es la fuente de todos los conceptos pasivos en general, el resentimiento, nada más que las exigencias del resentimiento. Utilidad nos sirve aquí de ejemplo. Pero lo que de todas maneras parece pertenecer a la ciencia, y también a la filosofía, es el afán de sustituir las relaciones reales de fuerza por una relación abstracta, supuesta capaz de expresarlas todas, como una «medida». A este respecto, el espíritu objetivo de Hegel no vale mucho más que la utilidad no menos «objetiva». Y, en esta relación abstracta, sea cual sea, se acaba siempre por sustituir las actividades reales (crear, hablar, amar, etc.) por el punto de vista de un tercero sobre estas actividades: se confunde la esencia de la actividad con el beneficio de un tercero, del que se pretende que debe sacar provecho o que tiene derecho de recoger los efectos (Dios, el espíritu objetivo, la humanidad, la cultura, o incluso el proletariado...)
Pongamos otro ejemplo, el de la lingüística: se suele juzgar el lenguaje desde el punto de vista del que escucha. Nietzsche piensa en otra filología, en una filología activa. El secreto de la palabra no está del lado del que escucha, como tampoco el secreto de la voluntad está del lado del que obedece o el secreto de la fuerza del lado del que reacciona. La filología activa de Nietzsche tiene tan sólo un principio. una palabra únicamente quiere decir algo en la medida en que quien la dice quiere algo al decirla. Y una regla tan sólo: tratar la palabra como una actividad real, situarse en el punto de vista del que habla...
Perihelio,
EliminarCreo que has confundido "utilidad" con "utilitarismo". Cuando digo que el pensamiento de Antonio me parece útil quiero decir que es un pensamiento vivo, cambiante, transformativo y, por eso, que surge de la necesidad y que es una respuesta a ella.Pensar, aunque al fin y al cabo sea con palabras (con lenguaje), debería ser útil, debería servir para vivir. Un pensamiento aplicado a la vida inmediata, a la vida que somos. Un pensamiento, si quieres, del cuerpo y no de la mente. A mí, un pensamiento del cuerpo me parece que es útil (no utilitario) porque se queda del lado del alimento, es como un trozo de pan.
Por cierto, ¿de quién es la cita que transcribes? No pones su autor o autora...
Por mi parte confieso que no, pues se trata de "juzgar una acción por su utilidad" y del asunto de la "adaptación". Aquí está el problema, una transformación puede ser adaptativa (por tanto reactiva) o puede ser una transformación activa. En el primer caso la transformación responde a la fuerza del medio, se adapta, y en el segundo afirma su diferencia poseyendo el medio como un demonio; es decir, modificando las condiciones de enunciación, quien no se amolda sino que moldea. En nuestro caso el medio son las condiciones del pensamiento, las restricciones (otras fuerzas) que disminuyen su potencia. He aquí la fuerza de la pregunta en tanto que distribución de las posibilidades del problema. Adaptarse a la pregunta y responder, o por el contrario preguntar. Respecto a la viveza del pensamiento, ésta siempre está dada, todo acto de pensamiento viene del viviente pensante y acaba en lo vivo sincrónica o diacrónicamente (incluso el suicidio)... Pero hay modos de vivir, se vive de modos muy diferentes, y en el plano de las palabras existen acciones con sentidos opuestos que no admiten término medio. ¿Vivir de qué manera? ¿Vivir bien? ¿Vivir conforme a las exigencias de?
EliminarCreo que he entendido lo que valoras del texto de Antonio (en esto seguramente me confunda mucho). Es un texto que amplía o estimula tus posibilidades de comprensión y de acción presentes y futuras. Sientes que te hace crecer, el alimento, los petitsuis, todas esas cosas. A mí también me resulta un texto estimulante. :)
La cita es de una traducción de un libro de Deleuze sobre Nietzsche.
(Solo quiero deciros que acabo de estar en un bar de mi calle en el que hay "fantasmas" que tocan a las paredes. Y por una vez no es mi propia paranoia: dos personas lo han escuchado. Era una llamada insistente y pausada, un pulso, un sonido que nos decía cosas. Y estábamos hablando de vosotros.)
ResponderEliminarDos: creo que de lo que habla Lola es precisamente de esto, cuando dice: "Entiendo este texto como una sucesión de fantasmas. Hace lo que dice. Habla del fantasma y se convierte en uno, en muchos. El fantasma reaparece siempre distinto. Se repite con diferencias." Lo que hay del fantasma en la repetición, en la posibilidad inoperada (tal vez inoperante). Y lo que en el texto de Antonio hay de desdoblamiento en la propia enunciación disímil, en la versificación por ejemplo, especular pero absolutamente diferente. Hace el fantasma, en ese aspecto, ya desdoblándose o rugiendo en sus esquinas. Esquinar el texto: abrir su caudal. ¿Puede el fantasma ser un caudal?
Queridos y dulces fantasmas:
ResponderEliminarmuchas gracias por vuestra ternura y generosidad...
agradecido de todo corazón
un abrazo!