En uno de los momentos más convulsos de mi vida, cuando creía que al despertar algo así como un resuello coagulado y sólido iba a salir por mi boca y llevarse mi lenguaje y mi pulso, solo hablaba con dos poemas. Uno era "Silet"de Ezra Pound y el otro era "Regalo", de Forough Farrokhzad. Hablaba con ellos cada día porque los había impreso y colgado en la pared, justo delante del escritorio, y cada vez que me sentaba los leía y les daba la vuelta como a una pequeña hoja nervada.
Eran poemas estoicos y mendicantes que hablaban, a su vez, con otros. Había algo de esa convulsión mía en Pound (en la violencia de su verso interrumpido, "ah, well-away!") y en la noche interna de Farrokhzad y, sin embargo, la detención y el aleteo circular alrededor de sus palabras me traían mucha calma.
Qué extraño así cuando un poeta, un poema, se incrustan, paciendo, buitres a un lado del hígado, madres a un lado de la membrana que nos recubre. Qué extraña placenta comerse así a un poeta, haciéndolo nuestro, anudándolo a la trama.
Hace poco más de un mes, entre la masa amorfa de papeles-y-cosas-de-la-nueva-mudanza, volví a encontrar el poema impreso de Farrokhzad. Y he vuelto a colgarlo ante el nuevo escritorio, delante de mis ojos.
***
REGALO
Yo hablo de la profundidad de la noche,
de la abismal oscuridad.
Si vienes a mi casa, amor,
traéme luz.
Y una ventana para que pueda ver
la felicidad de aquella calle abarrotada.
LAS ORACIONES TERRENALES
Y luego
el sol se enfrió
y la prosperidad abandonó la tierra.
Las plantas se secaron en los jardines
y la tierra dejó de aceptar a sus muertos.
Las noches, tenazmente inquietas
en todas las ventanas pálidas,
eran como una sospechosa invención.
Y los caminos
abandonaron su curso en la negrura.
Ya nadie pensaba en el amor,
ya nadie pensaba en la victoria,
ya nadie pensaba en nada.
En las cuevas de la soledad
nació lo absurdo.
La sangre olía a hachís y a opio.
Las mujeres embarazadas
parían niños sin cabeza.
Las cunas, avergonzadas,
se refugiaban en las tumbas.
¡Qué tiempos tan amargos y oscuros!
El pan había derrotado
a la impresionante fuerza de la predicación.
Los profetas
huyeron de los lugares divinos.
Ante el estupor de los prados,
los corderos perdidos
no oyeron la voz del pastor.
(...)
El sol había muerto.
***
"The House Is Black" (1967)
Ver en VIMEO: http://vimeo.com/11482249
A veces precisamente el lenguaje de la devastación es lo que nos permite plantar las semillas. El lenguaje pobre nos permitirá no perder el lenguaje.
ResponderEliminarNo conocía el cortometraje de Forugh Farrokhzad. Lo veo, lo padezco, tiemblo, sigo sin conocerlo pero desde el no-conocimiento que es toda la sensación, sólo sensación: no deglutiré este alimento.
una película y una poeta tan excepcional no podía inventarla nadie... la realidad siempre desborda, siempre nos supera...
ResponderEliminaryo creo que "La casa es negra" sí es disfrutable, creo que hay incluso una extraña alegría telúrica bajo el enmudecimiento de los cuerpos, bajo la carencia del cuerpo que se desmorona y el rostro que se deshace. Es un espejo que la cineasta coloca ante nuestro rostro: asistir a esa demolición que podría ser la nuestra, que es la nuestra. Una delicada lección de vida...