Las máscaras, el residuo: vivir





La deixis posee un contenido semántico evidente en el lenguaje hablado. Si yo digo "aquí", la persona que me oye interpretará “aquí” como el lugar donde ambos nos encontramos, claro de bosque, aquí es aquí.  De igual forma, en el habla, “allí” será el lugar afuera, y “tú” y “yo” nosotros mismos. Sin embargo, en  la escritura, la deixis aparece suelta, el cuerpo común se ha desprendido y el contenido semántico es apenas un fantasma –el lector encuentra la huella léxica pero no hay nadie alrededor, pequeña cavidad, creo para comprender.

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La deixis no se resuelve mediante la suma de morfemas. El problema no es que el lector no pueda preguntarle al autor dónde es aquí pues aunque  pudiera preguntarle de poco serviría saber que “aquí” es “el pueblo donde nací” o que “él” era “un hombre que conocí hace veinte años”, y el problema no es éste porque la deixis no funciona así, no se resuelve así. La deixis no es un enigma lingüístico, no es un crucigrama, sino que la deixis es una sensación, la sensación hecha palabra, sentir calor o frío, hambre, el tacto. De esta manera “aquello” nunca será "aquella cosa" sino un roce inesperado en el brazo, lo que sentí y equilibró la historia, inclinada hacia. El hermeneuta no es el que pregunta al texto  –yo leía tumbada en el suelo y movía los labios. El hermeneuta es el que padece el texto, bajo espalda y humedad, los climas húmedos de la costa: “aquí” es mi ofrecimiento y “él” nuestro deseo.

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La deixis por tanto puede residir en cualquier tipo de palabra, no sólo en los pronombres,  también en las preposiciones y adverbios e incluso en las palabras con un lexema fuerte como es el caso de los sustantivos, los adjetivos y los verbos. Un sustantivo se desprenderá de la nitidez y concreción de su lexema cuando este sustantivo sea tratado desde las sensaciones y la memoria anterior. Así una "montaña" será deixis cuando deje de nombrar una montaña concreta y sea el recuerdo de otro, otro quién, sombra proyectada sobre mi pecho y vientre.

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La deixis, desde su falta de concreción, desde su gesto efímero,  se reproduce en la impersonalidad, tomando cauce en la boca del “se”, el “se” de “se habla”, “se dice”, “se piensa”, aquella línea trazada en el suelo entorno a la cual nos agruparíamos  –y dios línea como materia línea. La impersonalidad no es la falta de visión sino el ojo en la nuca, la glándula pineal cartesiana o más ojos en las rodillas, ojos en la planta de los pies, ojo separado. Así, la impersonalidad de la deixis genera una carencia, un hueco, pero ese hueco es un órgano a través del cual las distancias son fecundadas –te soñé y después durante todo el día fue el trabajo, mi tiempo.

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La verdad es la máscara, deixis del rostro, y no el desenmascaramiento. Los ritos son espectáculos teatrales porque celebración, verbo impersonal, es el encuentro entre el espectador y el actor.





La deixis. Dice Ana. (Otra deixis, los nombres propios, más que propios, de varios, de muchos, nombres impersonales, los nombres propios son impersonales.)

La deixis. Etimológicamente: dedo índice. La deixis es el residuo, en el lenguaje, de aquello anterior al lenguaje, cuando no había lenguaje: señalar, ir hacia las cosas, sin las palabras: las manos del niño que no sabe hablar, todavía.

Ana, entre un lenguaje y un no lenguaje, entre el habla y el dedo que señala, escritura híbrida, escribe, señala, palpa a tientas, toca con un palo de ciego, la vida, en fin, el lenguaje.

Toca la deixis. Alarga el brazo, el dedo, para tocar el propio hueco que deja su brazo al señalar. Hueco del habla cuando nombra. Nombra la deixis. Deixis, todo el lenguaje. Deixis de la deixis. Y ahí, en ese doble salto saltimbanqui, Ana, un nombre, alguien, ella, tú, él, nosotros, ahí, el lenguaje ya, la propia palabra es la que dice, ¿qué dice? Tan sólo dice. Lo que importa no es lo que dice sino desde donde dice. Yo no hablo, hablamos. El lugar. La deixis, un lugar para el habla, sin yo, tú, él, anterior quizá, un hueco, grieta, intemperie donde todos nos reconocemos, residuo, la vida.


Texto completo de Ana Hidalgo en Kokoro (http://www.revistakokoro.com/deixisfantasma.html)
Imagen extraída del libro para niños La máscara del león, de Margarita del Mazo y Paloma Valdivia.


3 comentarios:

  1. Extraordinario texto. Espero recuperarme de la ataraxia mental a la que me somete volver mañana al trabajo y poder decir algo más que esto... De momento diré que lo he leído como quien contempla un cuadro enorme, material, con diferentes niveles de textura y ensamblaje.

    Abrazos

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  2. el cuento del león, la presentación y el texto de Ana: madera que canta. Sonajeros...

    una ocasión para ser más pequeñitos (una vez derribadas las mitologías de la grandeza)

    para crecer aquí, en un sustrato oscuro, enmudecido, donde cada palabra pueda ser un cuento sin origen, canto, canción, raíz: merma; raíz: grito; raíz

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  3. Veo en este texto de Ana un arrecife con distintas piedritas a las que agarrarse-o en las que perderse. Un arrecife a flor de agua. Una manera muy particular de hacer teoría-teoría literaria, o, simplemente, pensamiento- con la carne y con el cuerpo, con los sentidos y sus desplazamientos. Así, el texto está "entre", el texto caza su propio reverso, y se convierte en sensación.

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Sobre este blog

Este es el pequeño álbum de recortes de la Revista Kokoro, dirigida y editada por Laia López Manrique, Lola Nieto y Antonio Rodríguez [Stalker].