fuego frío, danza, simulacro



Un fuego en el centro. Objetos y figuras danzando. La sombra en la pared. Aquello que sucede. Ahora entorna los ojos. Desaparece parcialmente el universo. Entorna las palabras. Comprueba que. La sombra en la pared. Sin fuego ni centro. Sin objeto ni danza. Pero. La sombra. Comprueba, la televisión encendida iluminando la escena del sofá, instaurando la realidad tangible de una familia. Su objeto. Un túnel de luz otra, desde el aparato hasta la forma. Por ejemplo. La realidad es su propio eco, hay un agujero en el centro del fuego. Un incendio dentro de cada píxel. Experiencia bastarda. Opino. Pienso. Piensas. Eres. Construyes tu dentro y tu fuera. A través de lo que percibes. La percepción es un agujero en el centro del fuego. En el corazón de la sombra hay un túnel luminoso. Un latido bastardo. Un mundo desde. Hay un sueño donde alguien duerme, y en su sueño despierta dentro de tu cabeza. Entorna la luz. En la televisión desconectada arde un fuego azul perverso, un teatro roto. Aquí está Wols. Por ejemplo. Wols reproduce la necesidad de un azul. Reproduce un conato de vida en azul posible. Reproduce un reino químico. Azul. Hay un agujero en el centro del cerebro de Wols. La droga es un túnel de luz bastarda. Dice: camina por él. Dice: resuelve el acertijo, no hay palabra clave. Dice: entra, no hay llave. Aquí solo la proyección. El instante. Solo. Todo. Proyección de. Su fantasma. El lenguaje como un holograma que deforma los objetos sobre los que se posa. Los nombres. El molde. Wols reproduce la experiencia: luz y nada. Te regala la llave de la puerta tapiada. Azul. Hay un agujero en el centro de. Lo que hay puede que no sea. La concepción del fuego: confusión. Moldes rotos a los pies del alfarero ciego. Por ejemplo. William Blake contagia sus ojos de otros ojos ocultos. Nombres. Proyecciones. Luz. Nadas. Un exceso de sí. Un túnel de luz diamante desde dentro hacia dentro. Dice: las pulgas encierran el espíritu de hombres codiciosos, esclavos del deseo irrefrenable. Por eso su vida es tan solo apetito y sangre. Monstruosa delicadeza, minúsculo terror. Dice: imagina su ser humano, su cuerpo desbordado de todo el hambre. Por ejemplo. Vemos una pulga. Nombramos a la pulga. La (nos) condenamos a su diminuta sangre robada. A su nada controlada y obscena. Pero dentro está el hombre y su hambre. El deseo enfermo. Vemos. Nombramos. Proyectamos. Decidimos creer. El deseo es un agujero en el centro del fuego. Y hay una sombra y una pared y la máscara infinita de una danza. 

Raúl Quinto (texto en Kokoro, aquí:  http://revistakokoro.com/Fantasma.html)

En su texto, Raúl Quinto pretende ver. Pretende ampliar el espacio para la visión más allá de los simulacros. Pero sabe bien que debajo, más allá, al final de todas las palabras no hay nada: no hay esencia tangible, no hay corazón bajo el velo: sólo una larga cadena de simulacros que se reproducen hasta la náusea y postergan, indefinidamente, una revelación que es danza, migajas, promesa incumplida de resurrección, centro sustraído, muerte líquida. La pulga obscena que succiona: lenta vampirización donde consumimos seres, imágenes, relatos posibles. 

El texto se va abriendo en esquirlas, se produce a partir de su propia metralla y los detritus sedimentados por el aluvión que quiso ser y se agotó en el propio cauce del decir. Vida cero. Fuego frío en la danza de los simulacros. En la devastación hiperreal no queda lugar para una mínima raicilla que nos diga, imperfectamente, el arraigo: sólo la procesión de la muerte. Pero tampoco hay muerte, porque las imágenes se devoran unas a otras, se alimentan de su propio fantasma espasmódicamente segregado. Hay hambre desolada, hambre conjugada en un nosotros que ya hiere, que hiere como proyecto entre el nos y el otros. Yermo doliente, atravesado por un constante anhelo que apenas acertarmos a percibir bajo el hielo de las imágenes necrófagas, exasperadas, quemadas en la retina, antes de nacer. 

Zombificados, nombramos la cadena, el espasmo.  Visión cero. Nombramos el desbordamiento. Cero. Para caer mejor y que el grito preludie una nueva carestía.

Imagen: Wols



2 comentarios:

  1. ¿Alguien comparte la sensación de que empleamos un lenguaje trucado o aparentamos cierta sencillez entrecortada porque no tenemos nada interesante que contarnos? Es como si los textos fuesen envoltorios variopintos para un mismo paquete de creencias machaconas.

    Disculpad la grosería, abrazos.

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  2. Precesión del perhelio:

    En primer lugar quiero señalar que eres todo un polemista, y eso me gusta. Porque un blog no debería convertirse en un lugar de reverencias y peloteos varios hacia los autores, y tú siembras aquí desajustes. Bien. La incomodidad es bienvenida, no así la grosería- que tú mismo refieres. Dicho esto, y respecto de tu comentario, te diré que a mí me parece que, en efecto, a veces se puede dar lo que enuncias: puede suceder que el lenguaje de "menos", de "mínimos", resulte "fácil" para algunos y se convierta en una "tumba vacía". Tengo esta sensación, particularmente, cuando doy con algunos textos "epigonales" en los cuales no hay ya pulsión, ni sangre, ni riesgo. El mismo riesgo puede convertirse en enemigo de sí mismo por abuso y fosilización, es cierto. Estoy de acuerdo contigo en este punto. Lo que no veo es que esto ocurra, bajo mi opinión, en este texto que comentamos, el de Raúl Quinto. Tal vez no sea de mis preferidos de lo que he leído del autor pero sí me parece un texto interesante y consecuente en su forma con el concepto que trabaja- el movimiento y el simulacro, entiendo, y las rupturas de la percepción. Esto es lo que yo veo en el texto concreto.Supongo que tú no has visto lo mismo, aunque hables en un tono abstracto y generalista. Un abrazo.

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Sobre este blog

Este es el pequeño álbum de recortes de la Revista Kokoro, dirigida y editada por Laia López Manrique, Lola Nieto y Antonio Rodríguez [Stalker].