LA QUE TIENE UNA MARIPOSA EN SU VIDA Y ESTÁ MALDITA Y ESTÁ TRISTÍSIMA


(Imagen tomada de Letras Uruguay)

Marosa di Giorgio (Uruguay, 1932-2004) fue una elegida, una contempladora, perteneció a la estirpe de los que descifran el lenguaje de todas las cosas, con una mirada siempre ansiosa, a veces insensata, violenta, dispuesta a dejarse sorprender por los actos minúsculos de la claridad y el espanto. En las páginas de sus Papeles salvajes, seres animados e inanimados palpitan, urden, interactúan con el sujeto poético, le provocan sobresaltos, emociones que van de la ternura al miedo, del deseo al amor y a la muerte: “Pero, de pronto, vi los huevos recién nacidos, envueltos por un leve tul; desde todos los gajos salían pimpollos negros. Así el mundo se colmaba, otra vez, de crisálidas y presagios. Me dio terror; cerré los ojos; volví a casa”. La poesía de Marosa es una poesía de los sentidos; olores y texturas tienen la misma importancia que las descripciones visuales o que lo musical. Todo en ella es híbrido y sensual; su virtuosismo, un destino. Lo declaró en varias ocasiones y para diversos medios, “a escribir he venido al mundo”.  Y su escritura estalla en intensas, insondables imágenes y metáforas que dejan al lector instalado en el asombro, sumergido en un mundo donde lo raro, lo sobrenatural, lo cruel o lo soñado es lo que rige.

Todo en la poesía de Marosa di Giorgio, desde el uso de la retórica hasta la construcción de la imagen, está matizado por una mirada siamesa, la de la infancia inocente y la de lo trágico: “Los ángeles tienen los párpados y pétalos muy evidentes y muy arqueados; de sus rostros pende una luz celeste y otra cosa, tenebrosa, finísima, jamás soñada”. Por otra parte, hay una insistencia en las homofonías y aliteraciones. En varios poemas nos tropezamos con parentescos sonoros como huevos, huesos o delirio, delito; así como comedores, corredores; juegos que provocan una vacilación, una ruptura en el flujo metonímico del poema. Pero en esto hay una voluntad, un deseo de despojar a la imagen de significado, de quebrantar el sentido para centrar, de nuevo, toda la atención en la experiencia, sin necesidad de explicarla.

La fantasía, para Marosa, fue un modus vivendi. Su espíritu escritural aludió siempre a la infancia y la alucinación, quizá era la única forma posible de estar en el mundo. Esto, tan cercano al juego, fue un acto riguroso, elemental, al que la poeta se entregó con toda su inventiva y potencia verbal, hasta que la encontró la muerte. Así hurgó, encantada y poseída, en las entrañas de lo humano, de lo animal y de lo divino y su obra toda se fue tejiendo con los hilos de lo atroz y lo maravilloso. 

Ya adentrados en su universo poético, resulta claro que la escritura de Marosa di Giorgio bien conoce los terrenos de lo sagrado, lo que ocurre por milagro; conoce también aquellos pulsos que nacen del amor sensual, de lo erótico, pues su yo lírico deambula sobre los bordes de lo imaginado, lo terrible, lo que no se nombra. La palabra hace las veces de médium, transmite al lector el impulso erótico experimentado por las cosas, los animales, las plantas, las flores y, por supuesto, por la mujer alada, la envuelta en gasas y tules. El deseo sexual se transfigura, se despersonaliza o, bien, la representación de lo animal se vuelve un aspecto provocador, que excita y que alude sin pudor a lo sensual. Hay en estos poemas un claro devenir animal y vegetal del yo lírico, así como de personajes y experiencias que éste nombra.

La autora toca los límites de lo anómalo porque el mundo es su autorretrato. Habla o tiembla, como la desprotegida a la intemperie, para diluir y deshacer la imagen del sujeto poético y propiciar el estado de trance. De esta manera, para cruzar el umbral, los impulsos eróticos tienen, muchas veces, un asidero en el aniquilamiento, la muerte, en actos violentos que se tornan bellos por la forma en que son enunciados. El deseo y el placer se relacionan con la devoración y el miedo. Pero Marosa no juzga lo terrible, muy por el contrario, lo contempla con pupilas limpias, avergonzadas, de ojos no humanos, una boca seducida a la hora de nombrar el deseo, un corazón encantado por lo anómalo, lo del más allá. Tampoco hay culpa, sólo existe la voluntad, la necesidad de escarbar en lo atroz para rescatar lo luminoso. Sin embargo, hay momentos en que lo extravagante y desacostumbrado sobre los ojos de la poeta la desequilibra, la intranquiliza, y se vuelve peligrosa.

Por fortuna para nosotros, Marosa di Giorgio no se amedrenta, aparece con una voz fecunda que sabe nombrar desde el desastre. Ella sabe algo del deseo, de lo inasible, sabe atar lo errante, desatar lo fijo.

Las conductas, comportamientos y experiencias del cuerpo están siempre colmados de aspectos irregulares, raros; el yo lírico, cuando se presenta humano, es capaz de parir mariposas y poner huevos, de amarse a solas, de morir y resucitar, de volar y desaparecer, de poseer un murciélago que liba y temblar por él. Así pues, el bardo se multiplica, es uno y muchos a la vez, es humano y animal y objeto divino. En el cuerpo suceden las cosas, la carne gana terreno porque es el recipiente del alma sensual. No distingue entre el bien y el mal, entre ángeles y demonios, entre mujeres santas o lúbricas. 

Marosa di Giorgio se desliza siempre por el mismo bosque. Está suspendida, como ella lo ha dicho, en el tiempo en que se escribieron las estrellas. 

El lector, al final, ha de preguntarse: ¿cómo estrangular a las violetas, cómo decir druida, coágulo de miel, magnolia y no invocarla?


Entre los libros más bellos de Marosa di Giorgio encontramos Historial de las violetas (1965), Magnolia (1965), La guerra de los huertos (1971), Está en llamas el jardín natal (1971), Clavel y tenebrario (1979), Mesa de esmeralda (1985) y Diamelas a Clementina Médici (2000).

2 comentarios:

  1. Me quedo deseando leer a esta autora que no conocía. Gracias, Daniela.

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    1. Ana, el Universo de Marosa es entrañable. Si te animas a leerla, lo verás. Te dejo aquí unos cuantos poemas de ella y un abrazo.

      http://www.amediavoz.com/digiorgio.htm

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Sobre este blog

Este es el pequeño álbum de recortes de la Revista Kokoro, dirigida y editada por Laia López Manrique, Lola Nieto y Antonio Rodríguez [Stalker].