" La estantería y las partituras se dividía entre "las de mamá" y "las de Liora". Las de mamá: Beethoven, Schumann, los opus, los Dur (tono de mayor), los Moll (tono de menor), Sonatas, Sinfonías, los Allegro non troppo, y las de Liora-Nouvellist, Nouvellist+ Romanzas (con el "an" pronunciado a la francesa). Y yo, por supuesto, prefería las "anzas". En primer lugar, en ellas había dos veces más palabras que notas (por cada línea de notas-dos de letras), en segundo lugar, la biblioteca de Liora podía leerla toda, podría leer lo que estaba debajo de las líneas, evitando las notas. (Más tarde, por las necesidades del ritmo de mi escritura, me vi obligada a separar, a romper las palabras en sílabas por medio de un guión inusual en poesía y, durante años enteros, todos lo afearon, y pocos-me alabaron (unos y otros por "la modernidad"), pero yo nunca pude responder nada más que "Así ha de ser", -y, de pronto, un día vis con mis ojos, aquellos textos de las romanzas de mi infancia llenos de guiones perfectamente legítimos-y me sentí purificada, apoyada, confirmada y legitimada-como un niño que por una marca secreta de nacimiento resulta ser-de la familia, ¡por fin con derecho a la vida!"
MARINA TSVIETÁIEVA, Mi madre y la música. Traducción de Selma Ancira. Editorial Acantilado, 2012.
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Qué hermoso texto. La música -la sensibilidad acústica, nuestro ritmo- es sangre, es decir, reconocimiento. Lo que te hace decir "así ha de ser"
ResponderEliminarEl "así ha de ser", justo, Ana, es el momento fascinante, el asentamiento, el sí, la palabra que Ariadna guardaba en la cajita, la que salía de sus orejas. Cuando decimos sí qué extraña resonancia, el eco hacia atrás y eso, entonces, tal vez, la vida.
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